Vol. 1 Núm. 152 (2008): La estética de lo grotesco
La estética de lo grotesco es, a pesar de nosotros mismos, una reflexión sobre el sistema de objetos que nos permite obtener un sentido de la vida ominoso, a contrapelo de la ética de los valores y de las pasiones que nos habitan cotidianamente, en este proyecto ciudadano de sobrevivir.
En el subterráneo del perverso Josef Fritzl se nos muestra toda la intensidad de lo siniestro, del síndrome de Estocolmo que se desdobla sobre el campo de lo social y nos inquiere cara a cara a todos. No sólo en la conformidad de esconderse debajo de la cama, sino en la reflexión de las palabras de Edgar Morin cuando se pregunta: “¿por qué los hombres se niegan a vivir la vida tal cual es?”, y se responde: “porque éticamente es inaceptable”.
Normalmente la estética se dirige hacia el sentido de lo bello, de la sublimación de la experiencia artística, de los sentimientos altruistas, de lo supremo en el sentido armónico que en muchas ocasiones conduce a la experiencia con lo sagrado. No se puede imaginar este estereotipo de la estética de la ama de casa burguesa, que usa su tiempo libre para pintar bodegones, con la dimensión de lo que muchos artistas e intelectuales le atribuyen a la estética de la violencia, a lo grotesco y a la crueldad.
¿Pero existe realmente una estética de la impunidad, del crimen, de la devastación, del ejercicio del poder
y del resentimiento?
La literatura de Dante Alighieri, de Fedor Dostoievski, del Marqués de Sade, de Masoch, del conde de Lautrémont, o en términos plásticos las pinturas negras de Goya, el Guernica de Picasso, los cuerpos grotescos de Francis Bacon, los cuerpos torturados de Botero o el sinnúmero de cineastas que muestran la estética de la violencia y del terror, son los principios básicos que guían estos escritos y que, desgraciadamente, actúan sobre la sociedad en su conjunto de manera hiperreal.