Vol. 1 Núm. 24 (1988): La derecha en la sucesión
Hay un fantasma por todos nombrado, conocido, pero por pocos reconocido: la derecha.
El Cotidiano intenta aportar a este reconocimiento centrando su interés en algunos
aspectos de los orígenes históricos de la derecha, sus principales partidos, las diversas
organizaciones de la sociedad civil proclives a ese proyecto, los recursos que dispone, la
reproducción cultural de sus cuadros y su vinculación con algunas expresiones de la
Iglesia.
En este número subyace la idea que la derecha no es más que el vasto campo de acción e
ideología de la burguesía criolla. En este espacio donde la burguesía por los más diversos
medios, justifica y valida sus intereses y prerrogativas y, al mismo tiempo, manifiesta su
poder de arrastre y hegemonía ante diversos sectores: algunos ingenuos y legítimos, otros
particularistas y racistas que, aunque no teniendo necesariamente intereses económicos
relevantes que defender, prefieren identificarse, con el poder del dinero.
La derecha, en 1988 se expresa en los estrechos vínculos entre los círculos empresariales,
la jerarquía católica, las organizaciones intermedias como DHIAC, y el partido que hoy
está siendo la cabeza de este amplio espectro ideológico, el PAN. Estas relaciones se
dieron siempre, sin embargo hoy, por primera vez, aparecen más orgánicas, más
homogéneas, gracias al proceso de modernización iniciado en la década de los setentas, y
a la necesidad de cambiar o reformar el pacto político surgido desde la revolución.
La actual derecha difiere sustancialmente de los círculos monárquico-coloniales; de los
grupos ligados a la Santa Alianza; de los ingenuos positivistas; de los fanáticos
sinarquistas y de los iracundos almazanistas. Ahora, no pudiendo negar su pasado, la
reacción se transforma, no por la fuerza de las ideas, que siempre los alejaron, sino por
circunstancias más pedestres que tienen que ver con el cambio de las relaciones de
producción a nivel mundial y a la necesidad de modificar los sistemas de dominación
surgidos con posterioridad a la Segunda Guerra.
A mediados de los años 70 la derecha, es decir, aquel conjunto de organizaciones
políticas e ideológicas que se oponía al marxismo y a los postulados básicos emanados de
la revolución, se encontraba dispersa, agotada, y sin perspectivas de lucha. El gobierno de
Echeverría representaba, a sus ojos, la efectiva socialización del sistema político
mexicano. Eran los tiempos en que el salario mínimo había llegado a su más alto nivel en
la historia de México, nunca sobrepasado después. Eran los tiempos en que las
prestaciones sociales y el desarrollo de los organismos de seguridad social, habían
alcanzado sus índices de cobertura más elevados. Al mismo tiempo, eran momentos en
que las organizaciones obreras, como la Tendencia Democrática entre otras, auguraban
nuevas formas de participación de la clase obrera. En esos mismos instantes, esta derecha
inorgánica y envejecida, se reorganiza y, junto con otras instituciones, surge el DHIAC
como respuesta a este doble fenómeno de avance del "socialismo", e incremento de la
desorganización de la derecha.
Desde 1976 se da un fenómeno inversamente proporcional, los logros obtenidos por los
sectores populares y la capacidad organizativa comienzan a medrar y decaer; por el
contrario, la derecha, inorgánica, empieza paulatinamente a recuperar espacios de poder.
En los albores de 1982, ésta se presenta unida bajo antiguas consignas generales y
abstractas que permiten justificar sus privilegios: educación libre, privatización de la
economía, crítica a la rectoría del estado, participación de la Iglesia en la vida política.
En 1988. después que el gobierno propuso reiteradamente formas de participación
conjunta para un nuevo reordenamiento de la reproducción capitalista y, viendo que la
burguesía prefirió durante esos años la especulación, impuso un pacto para limitar las
ganancias extraordinarias del capital. La derecha ante este "llamado", no se presentó en
forma homogénea, pero al fin de cuentas tuvo que aceptarlo.
El gran capital ha concurrido a la "invocación" por razones estratégicas, pero ha seguido
alentando los movimientos políticos que si bien, en el corto plazo, no le ofrecen garantías
de un gobierno alternativo, sí le sirven como organizaciones intermedias que
contrapunteen y restrinjan el margen de maniobra gubernamental.
La diversidad de la derecha posee un elemento "revolucionario" común -surgido de un
pasado remoto- que la identifica: la defensa de los derechos individuales, producto de la
lucha contra el absolutismo y la aristocracia. Ahora, sin embargo, aparece contrapuesta a
los derechos sociales y, muchas veces, a los de la nación. La característica común no
debe hacer olvidar la extensa y rica variedad de los elementos que la componen.
Recogiendo expresiones vertidas en el excelente número 64 de la revista Nexos de 1983,
la derecha forma parte, importante a pesar de los acercamientos o discrepancias posibles,
del gran complejo proceso político mexicano. En el espacio político democrático, que se
debe ampliar constantemente, representan una forma importante de pensamiento a
considerar.