Vol. 1 Núm. 23 (1988): PSE: ¿Nuevo pacto social?
A lo largo del sexenio, sobre todo después de 1985, en más de una ocasión todo pareció
indicar que el gobierno tenía preparado, en algún cajón del gabinete económico, un "plan
de choque", bautizado como Plan Azteca.
La novedad de este plan o programa respecto del Programa Inmediato de Reordenación
Económica de 1983 (PIRE) habría consistido en aplicar una "terapia de shock", expresada
en el brusco congelamiento de las variables claves -precios, salarios, tasas de interés,
gasto público, tipo de cambio- a fin de detener la inercia inflacionaria que amenazaba con
la desestabilización de todo el sistema económico.
La generación de la estanflación -estancamiento con inflación- ha obligado a algunos
países subdesarrollados o con frágiles economías de guerra, como Argentina, Brasil,
Perú, Bolivia, Israel, etc., a realizar ensayos de política económica que, por alejarse de los
esquemas ortodoxos donde el gobierno no es más que el gestor de férreas leyes
económicas neoclásicas, se les ha denominado planes heterodoxos o de choque.
Si bien el Pacto supuso la aceptación de todos los sectores sociales, unos más obligados
que otros, lo cierto es que desconcertó a la opinión pública. El intento de controlar la
inflación elevando todos los precios, menos el de la fuerza de trabajo, para en una
segunda etapa esperar que las inercias inflacionarias estuvieran agotadas, dejó a más de
un analista sin capacidad de arriesgar juicio alguno.
En relación con los experimentos heterodoxos de otros países, la técnica científica es
nueva y radica al menos en dos hechos: utilizar toda la capacidad de convocatoria
derivada de la alianza histórica con los sectores obrero, campesino y popular, y adecuar
las medidas económicas de acuerdo con los resultados de cada etapa. Por tanto, un plan
concertado y flexible.
Para un efectivo control de la inflación estas características son de la mayor importancia
ya que en épocas de crisis la economía es inmediatamente política, y la racionalidad que
supone la fundación económica de cada "sector" de la sociedad, rápidamente evidencia la
pugna por la redistribución del ingreso y de la riqueza social. Disminuir la beligerancia
de esa pugna, a través de este tipo de disposiciones, para que los precios reflejen los
valores reales de las mercancías y no los que impone el poder de una clase sobre el resto
de la sociedad, supone, de algún modo, la prevalencia del interés general sobre el
individual.
El Plan Azteca nunca se aplicó. En cambio se puso en práctica el Pacto de Solidaridad
Económica. La primera etapa de este pacto consistió en la realineación de los precios que
provocó un disparo de la inflación de 37% durante los 75 días en que se aplicó. La
segunda, supuso que la realineación se había logrado casi en la mayoría de los precios
con un rezago aproximado del 3%, y consistió en congelar todas las variables monetarias
y financieras; las tasas de interés irían disminuyendo más rápido que la inflación a
excepción de los precios privados de los productos no considerados en la canasta de
consumo básico.
Para quienes piensan que la economía es una técnica y no una ciencia social, la audacia
de que los gobiernos incidan sobre el comportamiento de los indicadores económicos
desde la raíz de los procesos sociales y políticos, y no de sus simples manifestaciones, ha
sido calificada desde demagógica hasta aventurera. Los resultados de estas experiencias
han sido, hasta ahora, poco difundidas y analizadas. Atorada como está la teoría
económica, sin querer renunciar a sus atavismos técnicos y parcializadores, no alcanza a
proponer salidas a la crisis que a la vez sean congruentes con el fortalecimiento de los
procesos democráticos.
La orfandad que dejó el naufragio del Estado keynesiano sigue sin resolverse. Es evidente
que los cambiantes procesos económicos a que obliga el tránsito hacia una nueva etapa de
acumulación y la falta de consolidación de los nuevos sujetos sociales capaces de
proyectar una nueva fisonomía al Estado, hacen de este período de transición una etapa
de búsqueda de nuevas opciones a la salida de la crisis, que empiezan justamente por la
superficie: el control de la inflación.
EL Cotidiano ha querido contribuir con este número al análisis de este nuevo ensayo de
política económica del gobierno mexicano: el Pacto de Solidaridad Económica. El diseño
del número -impacto del PSE sobre los distintos sectores de la sociedad- quiere
trascender el enfoque que define sus alcances y limitaciones mediante el recuento de
variables e indicadores económicos. Prefiere, en cambio -partiendo de esa información-,
avanzar un diagnóstico de la situación de cada sector en esta nueva coyuntura para
descubrir las probables dinámicas que los mismos desarrollen. Justamente de estos
procesos sociales por invertir, profundizar o estancar el proceso de distribución de la
riqueza social dependerá el resultado de la nueva política económica.
Partimos, pues, de que el objetivo de estabilizar para crecer se resuelve en el ámbito de
las relaciones de poder entre las clases. En la cresta de la crisis. lo económico es política
a secas.