Vol. 1 Núm. 236 (2022): La 4T, amigos y enemigos del pueblo
El discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador forjó una división, que se pretende bien definida, entre los “transformadores” –es decir, los integrantes de su gobierno– y los “conservadores”- quienes se ubican en la oposición–. Sin embargo, en términos ideológicos, las diferencias no son tan claras como aparentan. Hay valores y prácticas reproducidas por las distintas fuerzas en el sistema político mexicano, independientemente de su filiación partidista o de su propia autodefinición.
Desde la perspectiva gubernamental, la historia del “gobierno del pueblo”, de la auténtica democracia, empieza en 2018. Ningún partido importante del pasado representa los intereses de la nación, sino al contrario. Por si fuera poco, distintas expresiones de la sociedad que disienten de las decisiones gubernamentales, que revelan su insatisfacción o sus necesidades, son colocadas rápidamente entre los “enemigos del pueblo”, o sea, del lado de los conservadores, contrarios a la transformación.
La identificación de los disidentes como enemigos impide reconocer el pluralismo político y, sobre todo, las necesidades de una sociedad diversa, empobrecida y marginada, lastimada por la inoperancia de políticas gubernamentales o por aquellas que afectan sus intereses. No se trata sólo de los partidos “de antes” (o sea, el PRI, el PAN y el PRD), pues entre los inconformes se encuentran pueblos y comunidades afectadas por grandes obras públicas que parecen ignorar sus intereses y el cuidado del medio ambiente; mujeres, madres y padres de familia que se han movilizado por causas que solamente el gobierno pone en duda; personas, grupos o asociaciones que disienten del orden establecido por su condición social, su ubicación en el régimen político y su concepción del mundo, como intelectuales, académicos, periodistas, medios de comunicación y agrupaciones empresariales o religiosas; y hasta los órganos de rendición de cuentas, que fueron construidos para el fortalecimiento de la democracia electoral, son cuestionados por sus debilidades (sin reconocer sus fortalezas) y sus titulares descalificados como representantes de intereses ajenos a la causa de la Cuarta Transformación.
Pero los enemigos del pueblo no son como el gobierno los pinta. Porque incluso en su seno hay rasgos de un conservadurismo que puede afectar su derrotero. El uso de la distinción entre “transformadores” y “conservadores”, de “ellos y nosotros”, trae aparejado el riesgo de convertirse en una estrategia intolerante, autoritaria y, en esencia, conservadora, en el sentido de buscar la perdurabilidad de un gobierno, de un orden legal, de un proyecto social que se pretende completo, acabado, alternativo e incuestionable. Por eso nuestro objetivo en este número de El Cotidiano es caracterizar a los supuestos amigos y enemigos del pueblo lo más objetivamente posible, en aras de desacralizar el discurso presidencial (que parece cada vez más “oficial”, como en la era del PRI ).