No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Ayotzinapa: el dolor y la esperanza
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No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Ayotzinapa: el dolor y la esperanza

Luis Hernández Navarro

La crisis fue propiciada por un hecho inesperado. El 26 de septiembre, la policía municipal de Iguala, Guerrero, atacó salvajemente a un grupo de ochenta alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa. Les disparó a quemarropa sin advertencia alguna; los detuvo y luego los desapareció. Cuatro hechos asociados entre sí nos permiten explicarnos el por qué de la masacre. En primer lugar se encuentra la estigmatización de los normalistas rurales en general, y de los de Ayotzinapa en particular; la impunidad generalizada que prevalece en el estado de Guerrero y que ha llevado al asesinato y desaparición de luchadores sociales sin que los responsables hayan sido castigados; el clima de delincuencia en el que diversas bandas disputan centros de producción y mercados de drogas, y por último la existencia de un narcoestado. La incapacidad gubernamental para esclarecer los hechos y la impunidad con la que se ha protegido a los políticos involucrados han provocado una oleada de rabia en todo el país. Los hechos han sacudido a la opinión pública en todo el mundo. La Casa Blanca, el Papa Francisco y la misma Unión Europea han tomado cartas en el asunto. La imagen del presidente Peña Nieto se resquebrajó, a pesar de que había adquirido notoriedad mundial al haber impulsado con éxito –aunque sin consenso social– un nuevo ciclo de reformas neoliberales.

No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Del nacimiento de un nuevo-viejo PRI y de su sepulturero, Ayotzinapa

Luis Humberto Méndez y Berrueta

El PRI recuperó Los Pinos y festina haber reconstituido al Estado. Legalmente lo logró, pero no ha podido legitimarlo. Se urdió, jurídicamente, un nuevo entramado institucional. La modernidad nos abrió la puerta. México fue puesto en oferta y el mundo se interesó. Desde arriba nadie quiso ver el engaño. El poder jugó al olvido; fracasó. La realidad –necia– se impuso. La atrocidad rompió su contención mediática. Ayotzinapa emergió como el límite social al despotismo político disfrazado de democracia. ¿Una nueva coyuntura en nuestro desgastado tránsito hacia ninguna parte? Una coyuntura más. ¿Romperá los límites de la posibilidad?

Caso Iguala: la crisis del sexenio
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No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Caso Iguala: la crisis del sexenio

Jenaro Villamil

La noche del 26 de septiembre, un grupo de poco más de 50 estudiantes de primero y segundo grado de Ayotzinapa buscaban “botear” para dirigirse a la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México, según la versión oficial. No imaginaron que iban a ser perseguidos, balaceados, secuestrados, torturados, incendiados, como en una réplica del Holocausto nazi al estilo mexicano, en algún paraje de Guerrero. El móvil de este crimen colectivo no quedaba claro a principios de noviembre de 2014. Sólo se les adjudicó a los sicarios y matones de los Guerreros Unidos que se las “cobraron” contra normalistas que ni estaban dedicados al narcotráfico ni afectaban su negocio. Menos se esperaba que este episodio creciera como una hoguera nacional hasta convertirse en la tragedia mexicana más vergonzosa y humillante para una sociedad anestesiada por el supuesto Mexican Moment

No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Crisis de régimen, cambio de régimen. Díptico: Ayotzinapa

Julio Moguel

En los últimos tres lustros, el análisis político dominante en México ha sido hegemonizado por una conceptualización ligada a ideas como alternancia, ciudadanización (entendida en la perspectiva de una especie de progresividad y avance –ineluctable– del régimen democrático), competencia partidaria, buen gobierno, gobernanza, etcétera. Hoy, la crisis profunda y sin retorno de la “democracia política a la mexicana” obliga a hacer a un lado tales fórmulas de aproximación, tan engañosas como imprecisas en sus capacidades para dar cuenta de lo que está pasando y de lo que ya desde ahora se prefigura en el futuro mediato de México. La época –nueva, sin duda, y sin retorno– que abre los crímenes de Iguala el pasado 26 y 27 de septiembre de 2014, y la crisis de régimen que le sigue, invita a su enterramiento definitivo. Intentemos entonces retomar algunos conceptos e ideas que permitan dar cuenta de lo que hoy se presenta en el país, en mi opinión, como una crisis de régimen más decantada y maciza que la experimentada en 1968, después del crimen de Tlatelolco.

No. 189 Normales rurales y Ayotzinapa

Ayotzinapa: preocupaciones abiertas

Miguel Concha Malo

Durante sus movilizaciones, la sociedad mexicana ha denunciado al unísono que el Estado en su conjunto es el responsable de los hechos ocurridos el 26 y 27 de septiembre en el estado de Guerrero. Y pensamos que así es, porque de acuerdo con el Artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos son “todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias”, las que “tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad”, y en consecuencia, “el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos”. Esto toma relevancia puesto que en este caso se trata de verdaderos delitos de lesa humanidad: las ejecuciones y detenciones arbitrarias, las torturas, los tratos crueles e inhumanos y las desapariciones forzadas son calificadas con esta nomenclatura en los instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos ratificados por México.