No. 111 Movimiento Urbano Popular
La sospechosa relación entre juventud y violencia
- Adriana Soto
No obstante la multiplicidad de espacios a los que la violencia asiste para ser pensada, es necesario preguntarse si podemos seguir hablando de “La violencia” como si fuera siempre una sola cosa, un mismo objeto, claro y transparente, que se puede controlar, analizar y hasta erradicar. Creo que un deber ético, un gesto de complicidad y solidaridad con aquéllos que han sido silenciados, nos lleva forzosamente a tratar de pensar en las formas de la violencia, en sus rostros, en sus fases. Debemos tener un enorme cuidado al tratar de fundir, en una sola imagen, cuestiones como la represión directa o el aniquilamiento, las tendencias a la normalización o readaptación, o las resistencias al orden social instituído. Evidentemente, una reflexión en torno a las formas de la violencia, nos obliga a pensar en cuestiones tales como “el bien y el mal”, “el deber ser” o “la ley”. Quien enuncia, califica o justifica un acto como violento lo hace desde sus posturas políticas, ideológicas, éticas, religiosas. De esta manera, el problema de la violencia se vuelve absolutamente complejo y ambiguo. ¿Qué significa el respeto al otro? ¿el otro? ¿en nombre de quién?